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Sábado, Septiembre 27, 2025

¿Podemos ser más Eficientes Energéticamente?

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En un contexto de mayor consumo eléctrico, uso intensivo de agua de mar y presión por la carbono-neutralidad, la eficiencia energética emerge como el recurso más rentable y estratégico para la Minería Chilena.

Por María Eliana Quezada Galleguillos, Ingeniera Eléctrica y Jefa de Especialidad Eléctrica & Instrumentación SHIMIN Ingeniería Spa.

Esta pregunta siempre aparece en los talleres de eficiencia energética que se realizan durante las fases de diseños de los Proyectos de Mina y Planta.
La minería consume cerca de un tercio de la electricidad del país, y esa participación seguirá creciendo. Producir la misma tonelada de cobre fino exige más energía que hace dos décadas, lo que ha elevado los costos y las emisiones asociadas. Frente a este escenario, la eficiencia energética (EE) se vuelve una estrategia de competitividad y sostenibilidad.
En el discurso público, solemos asociar eficiencia con un ejercicio de ahorro. Sin embargo, la eficiencia energética es también innovación, productividad y resiliencia. Estudios recientes de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética muestran que, a nivel corporativo, las empresas que incorporan la gestión energética en su estrategia logran reducir costos, mejorar sus indicadores ambientales y generar valor reputacional.
Dicho de otro modo, cada kilowatt-hora ahorrado equivale a una tonelada de CO₂ evitada y, en muchos casos, a millones de dólares preservados.
La experiencia nacional confirma este potencial. En electro-obtención, por ejemplo, proyectos de recambio tecnológico, mejoras operacionales y cambios culturales han logrado reducir hasta un 11,9% el consumo de energía eléctrica y más de un 90% el uso de diésel, con retornos de inversión superiores al 25%.
En el transporte de alto tonelaje, prácticas como optimizar la carga de camiones pueden significar ahorros anuales de hasta tres millones de dólares.Estos casos demuestran que la eficiencia no es teoría, sino resultados concretos.
Para consolidar estos logros, el sector debe avanzar en tres ejes estratégicos. El primero es la gestión sistemática de la energía, mediante la implementación de normas como la ISO 50001, que permiten establecer líneas base, definir indicadores y asegurar la mejora continua. El segundo es la cultura organizacional: sin la participación de las personas, cualquier iniciativa tecnológica pierde sostenibilidad en el tiempo. Finalmente, el tercer eje es la innovación tecnológica, con inversiones en variadores de frecuencia, control avanzado de procesos, electromovilidad y digitalización para monitorear y gestionar en tiempo real los consumos.

La eficiencia energética debe dejar de percibirse como una medida de “segundo orden” frente a proyectos de expansión productiva. Por el contrario, representa el nuevo yacimiento por explotar: invisible, pero de alto valor. Cada punto porcentual ganado en eficiencia es una ventaja competitiva frente a los vaivenes del precio del cobre, una reducción de la huella ambiental y un paso hacia la carbono-neutralidad.

Hoy, cuando Chile proyecta una minería con mayor electrificación, integración de energías renovables y sostenibilidad, la eficiencia energética se vuelve un deber ineludible. No se trata solo de reducir consumos, sino de repensar los procesos productivos bajo un paradigma de eficiencia, desde la etapa de diseño hasta la operación en terreno.

La pregunta que debiéramos hacernos como país no es si podemos ser más eficientes, sino qué tan rápido podemos hacerlo alineado con un enfoque integral, esto debido a que la situación es una problemática multidimensional, es decir ambiental, social, política, económica e incluso cultural.

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